19.8.07

ELLAS NO AMAN (Primera parte)

Cuando abro los ojos me quedo un instante pensando en cuánto tiempo había esperado este momento, Mi cabeza aún da vueltas y no logro diferenciar entre lo ordinario y la fantasía que ahora parece más concreta y un capricho suyo amenaza por desaparecer. Cierro los ojos anhelando, con el fervor de una persona religiosa, que quien se encuentra a mis espaldas sea él y nadie más; en mi mente repaso todas las veces que me he encontrado en situaciones similares con hombres hoscos y sin gracia, esperando que sólo por un momento alguien me llene como lo ha hecho él, aunque la realidad cruel y desalentadora me devuelva a una esquina plagada de las sombras gélidas que me envuelven en la soledad mediática en la que yo misma he decidido caer y a la cual muchos hombres se me han acercado en sus autos gentiles, con sus rostros gentiles y su actitud gentil, para tener conmigo actitudes mucho menos gentiles.

Giro mi cuerpo en busca de una prueba más tangible que el olor agrio de su colonia y me topo de frente con su rostro apacible, ese que guardo en el apartado de mi mente donde están ocultas las cosas que verdaderamente valen la pena ser recordadas, las cosas que motivan y dan motivos para seguir, las cosas que evaden la realidad, las cosas que me recuerdan quien soy.

Me levanto con movimientos torpes y los músculos relajados mientras tomo uno de sus cigarrillos –de esos tan baratos que está tan acostumbrado a comprar y que han dejado un olor penetrante en mi cabello- y me acerco a la ventana; la luz de las farolas es opacada por un fulgor resplandeciente en tonos carmesí, pero mi mirada va mas allá, y se pierde entre las ramas de mis pensamientos, que se mezclan con los sonidos de una ciudad que está despertando y me transportan a la primera vez que lo vi.

Media noche. Una mansión. Una fiesta. Docenas de personas, la mayoría hombres. Yo no iba sola, nunca estoy sola, por lo menos no físicamente.

Aún recuerdo cómo las miradas de las personas se ciñeron a los cuerpos esbeltos de las mujeres que cruzábamos el umbral de la puerta para acceder a esa peculiar fiesta. En el momento en que entramos fue como si todas las luces abrieran un pasadizo secreto, un pabellón que nos llevaba directamente hacia el altar en donde simbólicamente seríamos desposadas por hombres buenos, de generosos bolsillos y semblante altivo. Recuerdo cómo mis amigas eran abordadas una a una por esos gentiles caballeros y como mientras las transacciones sucedían, una a la otra mis ojos repasaban los rostros de los finos varones que se acercaban a cortejarme y que eran rápidamente despachados con una mirada indiferente o un gesto déspota . Una vez más me sentía como una princesa atrapada en un palacio de frivolidades, rodeada por caballeros de las órdenes más altas, dispuestos como en un juego de ajedrez festivo. No había Rey, solo peones. No había Reina, sólo plebeyas. La noche transcurría y uno a uno mis valientes cortejantes se daban por vencidos ante mis negativas. Las horas pasaban hasta que finalmente él se acercó. No hubo magia en el momento, no hubo mariposas en el estómago. Difícilmente unas miradas perdidas que se encontraron entre la multitud y una sonrisa discreta que invitaba al acercamiento. Su nombre quedó velado entre los murmullos de la noche y el mío, por supuesto, no era el verdadero, pero eso no importaba, ambos sabíamos la verdadera razón por la que estábamos ahí.

Esa noche trastornó mis sentidos y me hizo sentir en un ambiente completamente distinto. Caí rendida ante su toque y regresé a mi infancia, cuando era una niña pequeña que corría a los brazos de su madre para sentirse protegida. Sus gentiles caricias hicieron que explotara dentro de mí, invadiendo mi piel y marcándome como ningún hombre lo había hecho en mucho tiempo, y como ningún hombre lo volverá a hacer.

Un sonido sordo me hace regresar de mi trance y me doy cuenta que el alba empieza a vislumbrarse por entre los edificios viejos. El frío crispa mi piel aún desnuda y el recuerdo de lo que pasó hace tan sólo unas horas queda grabado en mi mente. Estoy segura que nunca podré olvidarlo y él, el que yace todavía sobre el lecho de pasión recién consumada, no podrá olvidarlo tampoco. Una sonrisa un poco maliciosa se dibuja en mi rostro y veo su ancha espalda rellena de pecas. Me imagino uniendo esos puntos, dispersos como estrellas, formando constelaciones de siluetas femeninas y masculinas que danzan un tango de vida y muerte, de amor y odio, de pasión e indiferencia. Rodeo la cama en busca de mis prendas. Él sigue ahí tirado y sinceramente no espero que se levante pronto. Abotono mi blusa y me acerco al espejo a retocar mi maquillaje; no es necesario que encienda la pequeña lámpara de tocador puesto que la luz del sol entra ya de lleno por la ventana abierta de par en par. El reflejo de mi propio rostro me desconcierta, no es el mismo de hace seis meses cuando lo conocí. Después de esa noche mi rostro cambió – y muchas de mis supuestas amigas se alegraron por ello - , mi modo de caminar cambió, mis sentimientos comenzaron a cambiar engendrando algo completamente nuevo lleno de una pasión desenfrenada, mi mente se había concentrado en una sola cosa: necesitaba encontrarlo.
De esta idea surgió la imperante necesidad de hablarlo con alguien, alguien que me entendiera y me pudiera orientar; no debería ser tan fácil, después de todo no era la primera vez que una mujer sentía algo tan puro y fuerte, la vida estaba llena de historias como la mía donde la comprometedora posición de un hombre como él dificultaba los intereses de una mujer como yo. De mis amigas muchas se escandalizaron, las más sólo me ignoraron; pensaban que estaba loca de atar, que lo que yo quería era imposible y juzgaron mis intenciones sin entender mi situación. Pensaban que mis sentimientos no justificarían mis acciones y que para la familia de un hombre acomodado como él mis impulsos solo acarrearían desgracia y desolación. Si se enteraran de donde me encuentro ahora probablemente se decepcionarían.

Ya vestida, me dispongo a salir pero me detengo un instante en la puerta y volteo a ver su cuerpo yaciendo tranquilamente sobre la cama, resisto la tentación de decir algo y solo aprieto los labios mientras una lágrima rueda sobre mi mejilla hasta llegar al mentón. En ese momento me siento plena. Finalmente me armo de valor y cruzo el umbral hacia el exterior de la habitación, cruzo el pasillo e ignoro a la nueva pareja que sube las escaleras buscando el número de habitación que ocuparán durante las siguientes horas para satisfacer las necesidades sexuales de él y las económicas de ella. Por mi derecha pasa un hombre de largo, vestido de traje y con una maleta, me sorprende puesto que no me imagino que alguien se atreva a pasar la noche en un lugar como éste, a no ser que venga del brazo de una amante o una prostituta. Bajo las escaleras a toda prisa y paso desapercibida para el recepcionista de ese hotelucho barato. Al salir a la calle el sol me da de frente y comienza a calentar mi piel, mi corazón sigue acelerado y una maraña de emociones comprime mi pecho. Le hago la parada al primer taxi que encuentro disponible y le indico la dirección de mi vivienda, un cuartucho de azotea que no está tan mal una vez que te acostumbras a gastar su salario en ropa provocadora y anticonceptivos, una inversión necesaria cuando se trabaja todas las noches dando placer a los hombres.

2 Responses:

I want a gun and a knife and stuff said...

AHhhh la vida deberia de ser correspondida con las acciones....

Todo lo que acarreamos dia a dia resplandece en los demas en la noche. Hacer de noche cosas ke resplandecen en el dia es igual de valido, lastima que nadie lo pueda apreciar. :(

mi blog:

kukaramakara.blogspot.com

| eve | said...

excelente tìtulo!! y me sorprende tu capacidad descriptiva de las situaciones, me gusta!! acabo de descubrir un escritor... y eso me gusta màs!! abrazooo!