21.5.07

LAZ CUENTA CUENTOS!!!!

Bueno... como ya tiene mil años que o escribo y se que por ahi debo d etener algun admirador (aclaro ADMIRADOR, NO STALKER) que muere por saber de mis historias... continuo jajaj

Como pocos saben ADORO escribir, pero la inminente necesidad de trabajar arduamente por tener la mala costumbre de ganar dinero me quita el tiempo suficiente pa dedicarle a este blog (dios, si esto fuera una plantita ya se habria secado :S)

Asi queeeeee... les develo a todos uds (si, a uds dos que si me leen) este maravilloso cuento que se llama ... tantantan taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan... Zeltzin!!!!!!!

::: ZELTZIN:::

Fue hasta la primera vez que vió ese vestido rojo. Por un momento lo dudó, sabía perfectamente que su guardaropa carecía de la modestia ordinaria con la que fué criada. Ahora su vida había cambiado radicalmente y estaba tan complementada en tantos ámbitos que no permitiría que algo insiginicante como un recuerdo marchito rompiera su burbuja de felicidad autoimpuesta. Ahora todp era perfecto para ella, tenía el empleo perfecto en el lugar perfecto con el salario perfecto que le permitía pagar el departamento perfecto para vivir con el amante perfecto.

Su vida hasta entonces era tan GUAY - palabra que había aprendido en su último viaje a Europa y con la que expresaba todo todo lo que rebasaba su entendimiento- que no se detenía a pensar hacia donde iba y peor aún, de donde venía.

Pero ese vestido rojo rompía con todo. No era precisamente el mas hermoso ni el mas elegante, y estaba segura que la marca de la casa que lo produjo sería desconocida en su mundo de ilusiones costosas. Lo dudò por un momento, pero no cedió ante la tentación y, como despertando de un letargo, sacudió su cabeza desenvolviendose del velo de recuerdos la cubrían y volteó a ver su reloj instintivamente. Era ya muy tarde.

Como era costumbre, el tercer domingo de cada mes se reunía con sus amigas de la universidad en un café al poniente de la ciudad, donde se guarecían de las presiones laborales y hacían una compilación tergiversada de sus experiencias.
El aquelarre parecía no tener fin, al final de cuentas siempre eran los mismos problemas banales ensalsados con una afliccion hastiante; y justo cuando una pulsera de oro sòlido se alzaba con un gesto altivo en señal de pedir la cuenta, la invadió la necesidad de regresar a aquel escaparate y hacerse de ese misterioso atuendo carmín que había removido algo en su interior hacía un par de horas. Con prisa se disculpó ante sus amigas y tras expresar un fingido interes en un futuro reencuentro se encaminó hacia la tienda.

Corrrió deprisa pero la noche y un letrero de cerrado le indicaban que tendrñia que regresar otro día. Aun así no pudo evitar quedarse un momento mas admirando ese extraño placer platónico; algo extraño menguaba su tranquilidad y pensó por un momento que esto era enfermizo, ya antes había tenido la fuerte necesidad de poseer una prenda, algo que estuviera en las revistas de moda o las pasarelas de los mas destacados diseñadores, pero nunca antes había necesitado un atuendo como este, desconocido y con un acabado ordinario. Quién era el autor de esta pieza. A la luz de una luminaria pudo apreciar que había una etiqueta, se inclinó un poco y cuando sus ojos se acostumbraron a la poca luz siete letras detuvieron su respiración por un segundo que pareció una eternidad: Zeltzin.

Zeltzin. Dió tres pasos hacia atrás mientras un recuerdo fugaz se volvía efímero y se volvía a esconder tras los pensamientos de una mujer demasiado ocupada para lidiar con el pasado. Volvió a mirar su reloj y la hora la angustió un poco. Habló a su departamento, pero la contestadora encendida era prueba de que el no había llegado aún, pero no tardaría en hacerlo, y al no verla sentada sobre el nuevo diván europeo tomando una copa de vino (como era costumbre, siempre que regresaba de un largo viaje) se preocuparía demasiado. Era tiempo de regresar.

Zeltzin. Subió a su auto deportivo y siguió el trayecto a casa, por un momento le pareció demasiado la distancia hasta la puerta de la cochera del nuevisimo edificio en el que se alojaba. Zeltzin. Subió al elevador y el tiemp aun parecía mas lento aún. Torpemente abrió la puerta de su departamento y nerviosa se sirvió una copa de vino tinto importado. Zeltzin. No podía estar tranquila y daba vueltas de un lado a otro en aquella amplia sala cuyo gran ventanal iluminaban cientos de luces en la ciudad. Zeltzin. Fué a su cuarto agustiada y se paró frente a una puerta que daba a un cuarto de iguales dimensiones que la alcoba y que guardaba tantas prendas como eventos, fiestas, reuniones y momentos podía recordar . Zeltzin. Fué hasta un cajón que estaba oculto por un largo vestido de cocktel. Zeltzin. Lo abrió y sacó una enmohecida caja de zapatos. Zeltzin. Su corazón retumbaba por miedo a lo que podía haber dentro. Zeltzin. Abrir ese viejo recipient de recuerdos implicaba demasiado esfuerzo. Zeltzin. El sopor del alcohol la abrumaban. Zeltzin. Sacó una vieja foto mullida. Zeltzin. No pudo contenerse y finalmente rompió en llanto.

Cuando el regresó la imagen era desconcertante. Ahí estaba la mujer a la que amaba. Dormida en un rincón, No había glamour en su postura ni sofisticación en su gesto. Solo una mano alargada y la vieja fotografia de una mujer humilde vestida con un eclectico vestido rojo, en el reverso se podía leer, con faltas de ortografia:

"PARA NUEZTRA QUERIDA IJA. TU PAPA Y YO ZIEMPRE ESTAREMOS ORGUYOSOS DE TI AUNQUE TE DESEPSIONES DE NOSOTROS. CON AMOR TU MAMA. ZELTZIN"